Contar, cantar y leer a niños: «Estos niños, estas niñas, acostumbrados a escuchar tienen
“herramientas” bien preparadas para empezar a crecer en la
escuela: capacidad de atención, facilidad para
visualizar-imaginar, vocabulario extenso, interés-curiosidad...
Los cuentos siempre han ayudado a los seres humanos, no dejemos de
contar con estos aliados tan valiosos.» (Pep Bruno).
Insisto con esto de contar cuentos por contar cuentos. Sabemos que contar cuentos es un recurso excelente para despertar el apetito por las historias, y por ende, por los libros. Pero la oralidad en sí misma tiene también valor. Somos boca y oreja, somos ojo. Somos continuo contar y escuchar. Por eso no hay que ir dejando de contar para leer. Igual que no hay que dejar de leer a los niños cuando éstos ya saben leer por sí solos. No. La lectura es un placer. La compañía es un placer. Escuchar juntos, reír juntos, estar juntos, todo eso da mucho más valor a las palabras, las carga de importancia y de corazón. No se trata de ir delegando: como ya sabe hablar, no se canta; como ya sabe leer, no se lee juntos, no se cuentan cuentos... No, no se trata de esto. Sigamos contando, cantando, leyendo... y que pasen los días, los meses, los años. Será siempre tiempo ganado.
Por eso insisto, no deleguemos en los libros, no permitamos que sólo ellos cuenten historias. Sigamos contando. Hagamos las dos cosas: contar y leer. Pero sigamos contando.
Pero, insisto, hay que seguir contando, porque no hay nada como la palabra dicha, dicha de decir, dicha de felicidad, palabra que sale del corazón y llega al corazón, de boca a oreja, de ojo a ojo. Palabras salidas de dentro que huelen a pan recién hecho. Palabras compartidas y que pertenecerán, para siempre, a la historia personal y familiar, que serán puentes y caminos, que serán eternas. Que serán dicha.
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